COP 20: Aprender de la derrota y desplegar amplias alianzas en el 2015 con miras a Cumbre de París
Santiago, Chile, miércoles 31 de diciembre de 2014, por Luis Alberto Gallegos, editorial Boletín GAL.- No vamos a reiterar lo que, de diverso modo y desde distintas latitudes del Planeta, se ha hablado acerca del fracaso de la COP 20 de Lima. Más bien conviene indagar brevemente en las causas o razones que derivaron en dicho resultado y, sobre todo, en extraer las enseñanzas que nos permitan enfrentar la COP 21 de París de un modo distinto y con logros más exitosos.
Los tres objetivos fundamentales que la mayoría de los bloques globales se habían trazado para plasmarlos en el documento borrador para la COP 21 eran: obtener un compromiso responsable y ambicioso de reducción de emisiones de GEI, acorde con lo que el IPCC proponía de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero entre un 40% y un 70% hasta 2050; una actitud favorable de las grandes potencias emisoras a contribuir financieramente con la meta de US$100.000 mil millones para la adaptación de los países más vulnerables al cambio climático; y un sustancial avance en la adopción de la modalidad de acuerdos vinculantes para la Cumbre COP 21 de París.
Por cierto, en Lima hubo algunos logros como, por ejemplo, se obtuvo US$ 10.200 millones para el Fondo Verde; se avanzó en los Planes Nacionales de Adaptación (NAP), se incluyó la participación de las mujeres en los procesos de adaptación al cambio climático; se afinó los mecanismos del REDD+ respecto a la deforestación; y se lanzó el Lima Information Hub, como una base de datos de los Planes o Estrategias Nacionales.
Pero nada más. Algunas lecturas del “Llamado de Lima para la Acción climática” que incluye estos pequeños logros, le quieren atribuir a estos acuerdos el carácter de éxito y de un gran paso hacia la COP 21. Lo entendemos. Evidentemente, Perú no puede aparecer como anfitrión de un evento fracasado y la ONU –quién se cuidó prolijamente de calificar a la COP 20 de “éxito”- no puede tampoco emitir evaluaciones negativas de este proceso.
¿Por qué fracasa la COP 20?
Fundamentalmente, debido a que, ya desde la COP 15 de Copenhague, se ha ido instalando una tendencia de conducción del proceso de negociaciones globales sobre el cambio climático que se ha dado en denominar “minimalista y cortoplacista”.
¿En qué consiste esta modalidad? Como su nombre lo indica, el minimalismo consiste en proponerse un programa político que exprese las mínimas demandas, promesas y compromisos frente a un determinado tema y en cierto período de tiempo.
En este caso, las grandes potencias no apostaron más allá de lo que ya habían anunciado meses antes: EEUU a una reducción de emisiones entre el 24% y el 26% para el 2025; China, a una reducción del 40% a partir del 2030; y la UE al menos a un 40% para el 2030. Incluso, el acuerdo EEUU-China semanas antes elevó las expectativas y presunciones de que podrían haber sorpresas en la cita de Lima.
Vanas esperanzas que jugó con las expectativas y confianzas de la ciudadanía global. Ninguna potencia movió un dedo más allá de lo adelantado previamente. Incluso, ni lo mencionaron explícitamente en las negociaciones de la COP 20. En otras palabras, les dijeron al Planeta: es lo que hay y punto.
Pero, ¿por qué los grandes decidores –por ahora- de las políticas públicas de la COP 20 se comportaron como lo hicieron? Debido a procesos internos dentro de cada uno de los países y comunidades involucradas.
Los EEUU, en primer lugar, debido a lo ya sabido. En breves semanas la derecha ultraconservadora controlará la Cámara de Representantes y el Senado, y el Presidente Obama no puede arriesgarse a compromisos que luego le sean desautorizados y revertidos. Ya hizo lo suyo con su decisión, vía decreto, de una reducción de emisiones entre el 24% y el 26% para el 2025. Y ya tiene suficiente lío con su decisión respecto a los inmigrantes que ha despertado las iras de los republicanos. Además, Obama ya tenía planificada en la primera semana de diciembre 2014, la restauración diplomática con Cuba. Y este tema –que pasará a la historia de ambos países-, debía resguardarse debidamente, sin mediáticos anuncios climáticos que hubieran enrarecido aún más el ambiente político interno del país del norte. Obama, quizá, antes de terminar su período presidencial, pudiera sorprender en diciembre 2015 en la COP 21 con alguna carta bajo la manga. Pero, esto quizá es una presunción o política ficción.
China, por su lado, experta en fuegos artificiales, nos deleitó con su anuncio de que para el 2030 iba a empezar a reducir sus emisiones en un 40%. Buen gol. Todos nos lo creímos. Pero el verdadero rostro de China se manifestó en esta COP 20: no ha sido preciso en cuanto a cantidades y se ha negado a que observadores internacionales supervisen ese proceso. En otras palabras, China ha sido una piedra en el zapato de la Cumbre de Lima. ¿Por qué? Sencillamente porque China está, como suele decirse, en otra onda. El Gobierno y el Partido Comunista de China tienen como prioridad –y están en su derecho- en un despliegue económico que les permita consolidarse en el 2030 como potencia económica de primer orden en el Mundo. Aunque ello signifique aumentar sus emisiones, la contaminación de sus ciudades y la calidad de vida de su gente. A China no le interesa el clima ni la sobrevivencia del Planeta en estos momentos. Le interesa demostrar al Mundo que el modelo político, económico y cultural que sostiene, es el mejor y el más eficaz a fin de expandirse en diversos continentes del Planeta. Por ello aumenta su mercado interno –natalidad incluida-, limpia su imagen de la corrupción e incrementa la exportación masiva de sus mercancías, incluido productos y tecnología de ERNC; una paradoja. ¿Qué podemos esperar de China en la COP 21 de París? Nada más de lo que ya ha mostrado en Lima, así de simple.
La Unión Europea, en cambio está en otro proceso. Teniendo a Alemania y Francia como los líderes de este conglomerado, la UE se ha convertido en uno de los bloques de gran potencia más ambiciosos, audaces y propositivos del Planeta en materia climática. Su paquete de medidas a 2030 incluye un objetivo de reducción de emisiones interno y obligatorio de, al menos, un 40%, un objetivo de energía renovable de, al menos, un 27% sólo en el marco europeo y un objetivo indicativo de eficiencia energética de, al menos, el 27% que será revisado en el año 2020 con la opción para aumentarlo hasta un 30%. Su compromiso es uno de los más significativos de este período.
La UE –Alemania en particular- busca constituirse en el referente clave de mitigación y adaptación respecto al cambio climático. En mitigación porque la ciudadanía europea –con alto nivel cultural-ambiental- le exige a sus gobernantes coherencia en sus políticas públicas ambientales y climáticas. Por ello, los partidos Verdes van adquiriendo relevancia y escaños parlamentarios. En adaptación porque la industria verde europea ha producido sustantivos avances en tratamiento y valorización de residuos, tecnologías de ERNC y sistemas de adaptación al calentamiento global, que requieren ser exportados a los países vulnerables del planeta. Por todo esto, la UE disputa el liderazgo climático global y promete –siendo anfitrión de la COP 21- producir un golpe de timón en la conducción del proceso durante 2015. Ojo, atención EEUU y China: París puede ser su Waterloo en este tema.
Cortoplacista
Esta tendencia minimalista se conjuga con otra expresión política que denominamos “cortoplacista”. En realidad, se complementan y retroalimentan mutuamente. Si un programa se propone el mínimo de logros dentro de un proceso político, es inevitable que su manifestación en términos de tiempo sea en el plazo más breve posible. Las potencias indicadas saben perfectamente que la COP 21 no les constituye ninguna presión alguna. Perfectamente en París podría ocurrir lo de Lima. Y, así, tengamos que esperar la COP 22 para poder tener alguna nueva expectativa. Y así, indefinidamente. Los tiempos cronológicos no son correlativos a los tiempos políticos.
Chile
Nuestro país, Chile, ha tenido un desempeño razonable y exitoso. Internamente ha desarrollado excelentes iniciativas en políticas climáticas expresadas en el Plan de Adaptación al Cambio Climático del Sector Silvoagropecuario, en el Plan de Adaptación al Cambio Climático para la Biodiversidad, en el programa de Mitigación del Cambio Climático y Desarrollo Bajo en Carbono (MAPS), en el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático, y en aprobar recientemente la licitación de elaboración del Plan de Acción Nacional de Cambio Climático (2015-2020).
También ha estructurado una acertada política de alianzas globales dentro de la COP 20 que le ha permitido acercarse al bloque Like Minded Development Countries (LMDC) que agrupa a 48 países menos desarrollados de África y Asia muy vulnerables al cambio climático, y consolidar la AILAC conformada por Chile, Perú, Colombia, Panamá, Guatemala y Costa Rica. Estas dos plataformas son una herramienta clave para la construcción de bloques planetarios que impulsen un contrapeso a las grandes potencias emisoras del mundo.
No obstante, una potente señal que ha abonado para visibilizar el compromiso de Chile contra el cambio climático fue la presencia de la Presidenta Michelle Bachelet en la COP 20 el 10 de diciembre, donde expresó que “Chile se ha comprometido de manera voluntaria a reducir en un 20% su trayectoria de emisiones hacia el 2020, teniendo como año base el 2007. Para ello, tenemos políticas energéticas coherentes y nos hemos fijado que de aquí al 2020 el 45% de los nuevos proyectos de energía tienen que prevenir de energías renovables no convencionales”.
Este escenario y productos instalan a Chile como uno de los países coherentes en su política climática interna y externamente, calificándolo para ejercer un positivo y constructivo rol de liderazgo en la región y en las diversas cumbres globales del 2015.
Nuestro país, igualmente, ha desarrollado en la COP 20 una apropiada política de convenios entre municipalidades mediante la estructuración de un Declaración de Intenciones entre la Asociación Chilena de Municipalidades (ACHM) y la Asociación de Municipalidades de Perú (AMPE). En dicho acuerdo se establecen 4 compromisos básicos: (1) voluntad política de avanzar en mecanismos de asociatividad que se manifiesten en formas concretas de alianzas, colaboración y apoyos políticos, técnicos e institucionales sobre el cambio climático en nuestros; (2) generar herramientas específicas de gestión e intercambio de conocimientos, buenas prácticas y replicabilidad de experiencias sobre mitigación, adaptación y generación de capacidades, frente al cambio climático; (3) priorizar como temas relevantes en una primera fase de colaboración entre ambas entidades, el de agua, energía, residuos sólidos y la resiliencia; y (4) unir los esfuerzos por acceder al apoyo y generación de recursos técnicos, académicos y financieros de organismos internacionales, agencias de la ONU y la UNFCCC, que contribuyan a proyectos comunes en torno a los temas relevantes del cambio climático.
Este 2015, este acuerdo marco municipal es la plataforma fundamental de acción de asociatividad climática a nivel de los gobiernos locales de Chile y Perú.
Cumbre Mundial de los Pueblos
Ahora bien. Si las potencias mundiales neutralizaron acuerdos de avances sustanciales en la COP 20, los diversos bloques globales representantes de las grandes mayorías del Planeta, lograron incidir muy tibiamente con sus propuestas en las políticas públicas globales sobre el cambio climático, indicados en los logros arriba descritos.
África, India, América Latina, los países insulares y los integrantes de los diversos bloques mundiales vulnerables ante el cambio climático, no pudieron vencer a las grandes potencias emisoras de GEI, pero tampoco se permitió que el fracaso sea similar al mazazo de Copenhague en la COP 15. La correlación de fuerzas aún es débil para las naciones en riesgo y la ciudadanía global sobre este tema.
En esta línea, la Cumbre Mundial de los Pueblos emergió como la voz de la ciudadanía global desprovista de espacios de participación vinculante en las políticas planetarias sobre el cambio climático, y denunció que la COP 20 se convirtiera en la ocasión para acordar medidas que tienen por único fin limpiar de responsabilidades a los países industrializados por sus emisiones de gases de efecto invernadero, siendo los principales responsables del cambio climático.
La Cumbre Mundial de los Pueblos, que congregó a una multitudinaria masa de organizaciones sociales, indígenas, género, no gubernamentales, gobiernos locales, entre otros, generó dos potentes instrumentos: la Marcha Mundial de los Pueblos contra el Cambio Climático, como la más grande expresión ciudadana de los últimos tiempos; y la Declaración de Lima, como una lúcida propuesta ciudadana sobre el calentamiento global.
Cronograma de la ciudadanía global
El calendario oficial de la ONU en el 2015 es: 8−13 de febrero: Reunión de la Convención Marco de Naciones Unida sobre el Cambio Climático (CMNUCC) en Ginebra para avanzar en más detalles del borrador aprobado en Lima luego de casi dos semanas de discusiones; primer trimestre de 2015 para que las naciones presenten sus promesas de reducción de emisiones de carbono; mayo 2015, fecha límite fijada en Lima para establecer el anteproyecto que será la base sobre la que se iniciarán negociaciones para el pacto en París; 3−4 de junio: reunión anual de la CMNUCC, balance de mitad de año en Bonn; segunda mitad de 2015: tercera ronda de conversaciones de la CMNUCC antes de París; 1 de noviembre de 2015: la secretaría de la a la CMNUCC prepara un informe sobre el efecto de las promesas dispuestas por los países para el objetivo de mantener el aumento de temperatura de la tierra por debajo de los 2ºC; y 30 de noviembre−11 de diciembre se realiza la 21ª Conferencia de las Partes de la CMNUCC, COP21, en París, donde debe concretarse el nuevo pacto global contra el calentamiento.
Ante este itinerario oficial, África, India, América Latina, los países insulares y los integrantes de los diversos bloques mundiales vulnerables ante el cambio climático podrían, igualmente, planificar un calendario propio y complementario a fin de diseñar objetivos específicos para cada evento en agenda y construir y/o fortalecer las alianzas pertinentes.
Del mismo modo, la ciudadanía climática global debe diseñar su propio itinerario de movilizaciones nacionales y globales.
Hoy, más que nunca, es indispensable que nuestras organizaciones ciudadanas presionen a sus respectivos gobiernos nacionales con programas y estrategias definidas respecto a la mitigación, adaptación, generación de capacidades y financiamiento de proyectos nacionales y regionales. Y, sobre todo, presionen a que sus gobiernos respalden en los diversos eventos globales del 2015 y en la COP 21, respecto a los tres objetivos fundamentales para la COP 21: compromiso de reducción de emisiones de GE entre un 40% y un 70% hasta 2050; exigir a las grandes potencias emisoras a contribuir financieramente con la meta de US$100.000 mil millones para la adaptación de los países más vulnerables al cambio climático; y la adopción de la modalidad de acuerdos vinculantes para la Cumbre COP 21 de París.
La COP 21 ya no debería ser el escenario de las decisiones solo de las grandes potencias. Ahora podría ser el momento propicio para un cambio sustancial en las políticas climáticas vinculantes de la ONU respecto al calentamiento global.
El desafío ciudadano global está claro: movilizaciones nacionales y globales potentes que configuren una COP 21 con una presencia decisiva de la ciudadanía global.
Una primera y positiva iniciativa en este sentido es el reciente anuncio de los países del ALBA de organizar para septiembre-octubre del 2015 un Encuentro Mundial de los Movimientos Sociales sobre el Cambio Climático a fin de diseñar propuestas ciudadanas con miras a la COP 21 de París.
Si Perú organizó la COP 20 en una sede alejada de toda posibilidad de presencia ciudadana climática –en el Pentagonito de San Borja, a las afueras de Lima e inaccesible a la ciudadanía-, hagamos de la sede de París un espacio donde los gobiernos y los ciudadanos y ciudadanas puedan dialogar, manifestar sus opiniones y propuestas. O tomemos el centro de París como sede ciudadana climática global.
El 2015, la ciudadanía local y global climática tiene la palabra (FIN).
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