Copenhague: No es fracaso, es indolencia
Santiago, Chile, viernes 18 de diciembre de 2009, por Luis Alberto Gallegos, editorial Boletín GAL.- Tal como nuestros lectores deben haber apreciado en estas dos semanas –del 7 al 18 de diciembre-, e incluso desde antes, las señales que las grandes potencias emitían eran claras: no aceptaban un acuerdo vinculante ni compromisos mayores. Por ahora… sólo querían palabras y “compromisos políticos”. Y alguna que otra limosna.
Ustedes son testigos, a través de las páginas de este medio y de la prensa global y local, de las zigzagueantes y frustrantes maniobras y negociaciones que se han venido realizando antes y durante la Cumbre de Copenhague.
Antes de proseguir con esta nota, permítanme saludar con admiración y solidaridad a las decenas de miles de ciudadanos y ciudadanas que perseverantemente y de manera excepcional se la han jugado en esa ciudad por defender el sagrado derecho humano a la supervivencia de nuestra especie, a pesar de la exclusión y de la represión a las que fueron sometidos. Nuestro reconocimiento, valoración y admiración. Gracias a ellos y a ellas.
Hoy viernes, es muy posible que, tal como China lo ordenó a los organizadores: “hay que hacer un acuerdo, como sea”. Es probable que, con bombos y platillos, se apruebe y suscriba por los más de cien líderes un documento grandilocuente, rebosante de palabrería, ofreciendo migajas a los desposeídos y sin sustancia en las cuotas de reducción de emisiones. Un mamarracho. Un saludo a la bandera para que la audiencia quede tranquila.
Incluso, es probable que desde las relaciones públicas del evento se difunda la idea de que la Cumbre de Copenhague no ha fracasado y que, gracias a algunos líderes iluminados y bienhechores llegados a la hora undécima y que instruyeron algunos puntos de acuerdo que sus subalternos no estaban en condiciones de aprobar, se habría salvado de la ignominia.
Una vergüenza que indigna. Una falta de coraje de los grandes por asumir sus propias responsabilidades históricas en la generación del cambio climático.
El cambio climático, tal como lo dijo la Presidenta Bachelet de Chile, es un desafío ético. Pero, al parecer, la ética no existe cuando se trata de defender negocios y el PBI de los grandes emisores de CO2 y de los responsables de esta catástrofe. Los científicos del IPCC son tajantes en los requerimientos de reducción de emisiones de CO2 y aporte financiero a la mitigación y adaptación. Y no se han cumplido. La ética no sólo son palabras. Son compromisos honorables. Y son hechos.
A todas luces, los EEUU y China son los grandes responsables de este fracaso. Perdón, de esta indolencia.
Una burla a la humanidad. Una bofetada en el rostro a los más pobres, humildes y víctimas del cambio climático.
Se ha profitado con las esperanzas de los pueblos y naciones con los mayores riesgos y vulnerabilidades como Tuvalú, Maldivas, las naciones insulares y los pueblos africanos.
Este es el resultado de un sistema en donde, lamentablemente para la ONU, a pesar de habérsela jugado, no logró los resultados que sus científicos y expertos recomendaban.No obstante, la cosa no va a quedar allí.
La ciudadanía de los propios países responsables de esta debacle se las van a cobrar a sus gobernantes. Se les va a cobrar la palabra empeñada y la deuda social y climática que han contraído con sus propios pueblos y con la humanidad.
No sería nada extraño que los conflictos nacionales y subnacionales respecto al cambio climático, a partir de ahora transiten a nuevos niveles y se constituyan en ejes de grandes movimientos socioambientales.
2010 será un año clave. Sea en junio en Bonn o en diciembre en México, será un año probablemente muy movido de grandes presiones sociales y de potentes emplazamientos a quienes no supieron cumplir sus responsabilidades climáticas en esta Cumbre. La ciudadanía tiene la palabra. Los responsables de esta indolencia, que paguen las consecuencias.
¿Qué hacer?
Luchar. No queda otra.
Nadie supuso que la obtención de metas y compromisos sensatos para enfrentar el cambio climático iba a ser fácil. Pero, al parecer resultó ser más difícil de lo que se esperaba.
Ahora, sólo queda la movilización ciudadana y el honor y la gestión de los gobiernos sensatos –estén en riesgo mayor o menor- que sepan exigir y representar la voz y la voluntad de los más débiles y los más vulnerables ante el cambio climático.
Es probable que se generen amplios movimientos nacionales, regionales y globales. Es probable que frente al cambio climático nuevamente tengamos un escenario de movilización ciudadana del mismo tipo e intensidad que lo tuvo la oposición a la guerra en Vietnam o contra las dictaduras violadoras de los derechos humanos. Es probable que estemos adportas a nuevos movimientos sociales –con la sumatoria de gobiernos de países en alto riesgo-, mucho mayores de lo que hayamos conocido hasta ahora. Copenhague y muchas otras ciudades del mundo ya lo han demostrado a escala local en estos días.
Es probable que esta noble causa global se convierta en potentes gestiones socioambientales locales. Es posible que enfrentar la tozudez y los mezquinos intereses de las potencias conlleve a renovadas estrategias ciudadanas que no se veían desde hace tiempo.
Es probable que la ciudadanía global exija que la Cumbre de Bonn en junio o la de México en diciembre, se constituyan en eventos en donde se suscriba un acuerdo jurídicamente vinculante en torno a severos recortes de emisión de CO2, en torno a montos sensatos de pagos a la deuda climática contraída por los países en desarrollo con los países en vías de desarrollo y en torno a transferencia de tecnología e impulso a las energía renovables no convencionales.
Es probable que la ciudadanía ahora exija que se instale una mesa permanente de trabajo en la ONU que sea representativa con equidad democrática y con participación privilegiada de los países altamente vulnerables como Tuvalú, Maldivas, los insulares y africanos.
Para el caso latinoamericano, es posible que la ciudadanía ahora exija repensar estrategias que hasta el momento no han sido eficaces y mas bien sustituirlas por otras que generen sólidas alianzas con vista a defender, entre otras demandas, la amazonia y los glaciares de la región.
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