Blogia
Luis Alberto Gallegos

Agua: Un tema de sobrevivencia

Santiago, lunes 22 de abril de 2013, por Luis Alberto Gallegos, editorial de Boletín GAL.- El tema del agua ya no es solo un tema ambiental y su escasez ya no podemos considerarla simplemente como un inevitable efecto del cambio climático. Hoy el tema del agua es un tema de sobrevivencia de la humanidad. Sobrepasa –aunque las incluye- las decisiones de las autoridades locales y las políticas públicas nacionales, y hoy, lo estamos viendo en todo Chile y en el mundo entero, es un tema de una nueva gestión hídrica y climática de municipios y organizaciones sociales.

 

Las soluciones que el gobierno chileno está desarrollando –estimulación de nubes, construcción de nuevos embalses, inyección de napas subterráneas, desalinización del agua del mar y el acueducto sur-norte-, no necesariamente son soluciones estratégicas que nos aseguren un abastecimiento de largo plazo.

 

Este es un tema global y su solución tiene diversos componentes. Uno de ellos, fundamental, es la generación de políticas que vayan a la raíz del problema: el cambio climático. Y en este ámbito, están involucradas voluntades y decisiones con incidencia en materia local, regional, nacional y global.

 

Estamos viendo que los municipios de diversas regiones del país, junto a sus comunidades, buscan enfrentar este tema desde sus propias perspectivas y posibilidades. Vemos los esfuerzos de los gobiernos regionales por implementar planes hídricos, vemos el esfuerzo del gobierno nacional por convertir a la Dirección General de Aguas del Ministerio de Obras Públicas, en un ente creativo, ejecutivo y eficaz en este rubro. `

 

Pero ello no es suficiente. El tema de la sequía es efecto de un problema global. Y, en esa dimensión, solo soluciones globales –junto a las locales- pueden efectivamente resolver este asunto.

 

El fondo de este grave problema y desafío hídrico es el aumento de las emisiones de CO₂ de las grandes potencias que están acelerando el calentamiento global. Uno de los países que se va convirtiendo en el mayor emisor de CO₂ es China, junto con EEUU, Emiratos Árabes, Australia, Rusia, India, Alemania y Japón.

 

Chile pronto dejará de ser un emisor del 0,2% global de CO₂, porque, según datos de la propia Comisión Nacional de Energía, el uso del carbón en las próximas termoeléctricas cuadriplicará nuestras emisiones al 2030. Con ello, Chile se pondrá en la misma tendencia que las grandes potencias.

 

¿Qué sentido tiene generar cinco políticas públicas para enfrentar la sequía cuando a nivel energético estamos contribuyendo al aumento del CO₂, el cambio climático y sus efectos de sequía, derretimiento de glaciares, aumento del nivel del mar, entre otros?

 

La solución –si optimistamente podemos hablar de ello en estos momentos- es evitar que la temperatura no suba 2°C globales para los próximos 30 años y tratar de volver a los 350 ppm de CO₂ en la atmósfera planetaria.

 

Y ello significa decisiones políticas nacionales y globales drásticas. Lo demás son solo paliativos o analgésicos para una humanidad en agonía. O sino, como algunas corporaciones globales y científicos indican, habrá que buscarse otro planeta donde emigrar.

 

En el 2009, el gobierno de la candidata Bachelet se comprometió en la Cumbre de Copenhague sobre Cambio Climático, a la Estrategia 20/20/20, que significa, reducir en 20% las emisiones del CO₂, aumentar en 20% las energías renovables no convencionales (ERNC), todo ello para el 2020. Era un compromiso nacional sensato y acorde a la tendencia global. Incluso ahora existen compromisos de países como Alemania que ya superan esa meta.

 

Esa es la vía fundamental.

 

Y no solo se trata de generar compromisos internacionales, sino políticas públicas nacionales coherentes que lo expresen. Y también, por cierto, una ardua y perseverante acción gubernamental en promover alianzas y gestión regional en América Latina y a nivel global para presionar a las grandes potencias a respetar los acuerdos internacionales y a aceptar compromisos de reducción de emisiones.

 

Considerando que el presente gobierno de Piñera ya no tiene muchas posibilidades de incidir en este proceso, solo queda esperar que la próxima y eventual presidenta Bachelet asuma la dimensión de este problema, adopte las políticas nacionales pertinentes y proponga las iniciativas regionales e internacionales que vayan a la raíz del problema y no solo a paliar sus efectos.

 

Solo en una gestión simultánea a nivel global y nacional, es posible que podamos en las próximas décadas mitigar las emisiones de CO₂ y reducir los impactos del cambio climático. Es lo menos que podemos heredarles a las próximas generaciones de este planeta: certeza de sobrevivencia.

 

Mientras tanto, en este período de dos a cinco décadas próximas, sabemos que esta generación, los agricultores, los viñateros, los ganaderos, los trabajadores y la ciudadanía en general, tendremos que asumir las consecuencias de sequía, aumento del nivel del mar, inundación de zonas costeras, derretimiento de los glaciares, inundaciones, violentos huracanes y el incremento de las temperaturas extremas. No hay alternativa. Habrá que crear planes de emergencia temporales, provisorios y también estratégicos. O, acudir para quienes puedan, a opciones que ya algunas empresas se preparan a ofrecer, de refugios de sobrevivencia climática.

 

El apocalipsis lo creamos nosotros mismos, los humanos. Pero también nosotros mismos, podemos redimirlo. El apocalipsis, si podemos hablar en tales términos, lo generan las grandes corporaciones quienes detentan el poder económico y político de la gobernabilidad global. Y quienes puedan disponer de las aptitudes, si así y solo así se lo propongan, de confrontarlo, evitarlo o mitigarlo, es la ciudadanía. Hoy, ese es nuestro desafío como ciudadanía global y como ciudadanía chilena.

0 comentarios