Asociatividad ciudadana: La clave del nuevo ciclo político
Santiago, miércoles 14 de mayo de 2014, por Luis Alberto Gallegos, editorial Boletín GAL.- Diversos análisis comparten percepciones y pronósticos positivos en torno a los ejes reformadores que la actual administración de la presidenta Bachelet ha impulsado en este inicio de su gestión.
Hasta el momento, rubros y segmentos sociales extremadamente sensibles en la gestión pública, como los estudiantes, trabajadores, damnificados por los desastres, energía y medio ambiente, se han comportado proactivamente ante las propuestas gubernamentales; lo que ha conllevado al establecimiento de novedosos y fructíferos espacios de acercamiento e interlocución entre los actores involucrados.
En síntesis, podría decirse que con la cuenta pública del 21 de mayo ad portas, el contexto socio político es significativamente promisorio en términos de arrojar saldo con altos réditos para la gestión de gobierno. Idem podría añadirse del actor ciudadano involucrado en estos procesos, que ha sabido irrumpir accediendo inteligentemente a los escenarios institucionales y a la gestión de calle como formas eficaces y complementarias de participación.
Una golondrina no hace al verano
La actual y vigente tendencia al establecimiento de una nueva forma de hacer política se ha instalado aún de modo experimental y en dosis fuertemente exploratoria en los diversos frentes. Es prematuro jugar a extrapolaciones y sería un error interpretarla como una lógica afincada ya en la naciente y renovada superestructura política, social y cultural del país.
Naturalmente, quién lleva la delantera y la iniciativa es el gobierno. Pero quién todavía se encuentra digiriendo y sopesando los ingredientes, es el mundo social. A este último, muchas decepciones lo han azotado en las décadas pasadas; y mucha, cuidadosa y prolija labor va a requerir recuperar las confianzas y la credibilidad. El medio centenar de conflictos socio ambientales actualmente latente, es el fiel testimonio de ello.
El nudo gordiano
Que la exploración se convierta en certeza y el experimento en verificación es un tránsito clave en el diseño de la nueva arquitectura política del período. Sin ello, el soporte social resulta endeble, la estrategia ciudadana se desdibuja y el sistema en su conjunto se debilita.
Por cierto, este es un acto de a dos, si consideramos a la autoridad política y a la sociedad civil como los actores e interlocutores ancla del proceso iniciado. O de a tres, si sumamos al mundo privado como el tercer protagonista de esta gobernanza socio ambiental.
En cualquiera de ambas dimensiones, lo fundamental se resume en un indispensable cambio en la calidad de los segmentos sociales: su empoderamiento. Sin poder ciudadano, la asimetría en la triada de gobernabilidad persistirá y será presa fácil de los poderes fácticos corporativos.
Hoy, este empoderamiento tiene nombre y apellido. Se denomina asociatividad. Generar capacidades técnico-políticas y construir asociatividades funcionales, temáticas, territoriales e institucionales resulta ser el nudo gordiano, donde reposa ahora el avance, el éxito o el retraso de este denominado nuevo ciclo político reformador.
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