Blogia
Luis Alberto Gallegos

2004-2014 BOLETÍN GAL: Una década contra el cambio climático y un futuro incierto

Santiago, Chile, miércoles 1 de octubre de 2014, por Luis Alberto Gallegos, editorial Boletín GAL.- El Boletín GAL tiene una posición bien definida respecto al cambio climático. Este tema no solo se convirtió en uno de los puntos de pauta prioritarios en su agenda periodística desde hace 10 años, sino que fue y es uno de los componentes indispensables en los diversos cursos de educación ambiental que desarrollamos en organizaciones socio ambientales y municipalidades.

 

Escribimos este editorial conscientes que su contenido puede ser materia de controversia. Pero, también admitimos que nuestra verdad no es la verdad absoluta. Y, también, que lo que escribimos puede o a veces requiere ser objeto de provocación al diálogo y al debate. Bienvenida sea la controversia, porque de la contradicción, aparece la síntesis.

 

El cambio climático es uno de los fenómenos que se ha convertido en una disciplina permanente de estudio o conocimiento científico ambiental. No obstante, cada vez que nos sumergimos en la infinita literatura, estudios y procesos de diálogos globales, no nos queda más remedio que lamentar nuestra profunda decepción de cómo el género humano, por responsabilidad de las corporaciones y líderes globales, está cavando su propia tumba.

 

Por naturaleza somos optimistas, somos esperanzados en la vida y en todo aquello que nos hace una ciudadanía guerrera, con una voluntad de acero y con un corazón de oro; pero, tratándose de este asunto del calentamiento global, sopesando lo que se hace, lo que no se hace y lo que se hace mal, lamentablemente nos hace pesimistas.

 

En este sentido, compartimos el dolor y las tribulaciones de un científico como James Lovelock, catalogado injustamente de catastrofista. Tener la lucidez científica y decirla sin ambages de que la especie humana o, por lo menos, una porción significativa de la población global, tiene sus días contados debido al cambio climático, requiere audacia y valor.

 

Para Lovelock, los efectos del cambio climático son irreversibles –opinión que compartimos- y, ante ello, nuestro Planeta -como la GAIA o unidad orgánica sabia o más sabia que nosotros como una especie producto de su propia evolución-, sabrá sobrevivir. Pero, en el desenlace de este fenómeno antropogénico, es probable que solo una porción de nuestra humanidad global pueda subsistir -y preservar lo creado por ella-, solo, y solo si, se crean las reales y efectivas condiciones de adaptación humana a este fenómeno denominado cambio climático. Lo demás, es discurso para las galerías, como dicen nuestros políticos.

 

Por ejemplo, no existen suficientes fundamentos serios que demuestren –faltando 60 días para su realización-, de que la COP 20 de diciembre 2014 en Lima y la COP 21 de diciembre 2015 en París, realmente se conviertan en unas cumbres distintas a lo que fue la COP 15 del 2009 en Copenhague; la Cumbre Climática de la vergüenza.

 

Los líderes globales nos cuentan cuentos de esperanzas e ilusiones de grandes logros y de la “ineludible” firma de un protocolo de París que reemplace de modo más eficaz que el protocolo de Kioto.

 

Pero, por ejemplo, luego de la reciente Cumbre de la ONU, ¿qué gobernante de las potencias globales ha dado señales de efectiva voluntad y decisión de asumir la responsabilidad de reducir emisiones de GEI y de aportar fondos para la adaptación de los países vulnerables? Ninguno.

 

Lo decíamos en una edición anterior:

 

El contexto internacional sitúa a China y a Rusia empecinados en una carrera expansionista en lo económico y geopolítico, en donde la preservación de sus plataformas energéticas requiere de los combustibles fósiles, principalmente gas y carbón.

 

China, el mayor emisor del mundo desde 2008, y con 6017,7 millones de toneladas de emisiones totales de CO₂, se compromete -no sabemos cómo-, a reducirlas en un 45% en el 2020. Rusia, primer exportador de energía fósil del mundo, y con 1704,4 millones de toneladas de emisiones totales de CO₂, por su parte pretende presentarse globalmente como ajeno a todo uso geopolítico de la energía, aunque la crisis de Ucrania ha revelado, en cambio, que bien pudiera estar tentada a usar la energía como herramienta geopolítica.

 

En tanto que EEUU, con 5902,8 millones de toneladas de emisiones totales de CO₂, se encuentra apuntalado por el recientemente descubierto shale gas o esquisto –nueva forma de combustible fósil-, que podría situarlo como autosuficiente y gran exportador de este carburante.

 

Igualmente, ¿qué líder de las grandes corporaciones transnacionales se ha comprometido a aportar a la ONU para la adaptación de los países en riesgo a sequías, subidas del nivel del mar o a las enfermedades denominadas por la OMS como las 12 plagas del cambio climático? Ninguno. Los Rockefeller ahora anuncian que están abandonando el negocio del petróleo y se orientan a las ERNC. ¿Por qué lo hacen? Porque la tendencia a la mayor tasa de ganancia capitalista a nivel global en las décadas futuras migrará hacia las energías limpias.

 

Por todo este escenario, somos pesimistas de lo que las organizaciones mundiales, como la ONU y las corporaciones, puedan hacer algo eficaz ante esta tragedia.

 

Ahora bien, ante tanta visualización científica del desastre que se avecina y que ya está actuando y ante tanta indolencia y desesperante inacción de los líderes globales, ¿por qué los medios de comunicación se hacen cómplices de una sordina informativa ante esta situación?

 

Una primera lectura es que las agendas mediáticas están silenciadas y/o controladas por los gobernantes de potencias y líderes de corporaciones a fin de, supuestamente, no generar pánico en la población. Estos sujetos saben y tienen acceso a toda la información científica disponible y actualizada acerca del estado o línea base del impacto del cambio climático y de los efectos que ya se están produciendo en diversas zonas del globo. Incluso las grandes potencias conocen el impacto del cambio climático en sus propios territorios y comunidades. Sus agencias y servicios de inteligencia incluso lo catalogan como un componente grave ante su “seguridad nacional” y causa de eventuales guerras futuras.

 

Entonces, ¿por qué no asumen voluntades proactivas y adoptan decisiones sensatas en políticas públicas nacionales y globales sobre este desastre, acorde con lo que los científicos del IPCC han publicado y recomiendan?

 

La única explicación es que sus ambiciones de preservar su poder político y económico son tan gigantescas que los ha enceguecido de tal manera que los está convirtiendo en los verdugos de su propia gente, sus propios pueblos y de la humanidad global. Una vez más, en la historia de la humanidad el ego es el criminal más grande de nuestra gente. Sino, indaguemos en las motivaciones megalómanas de aquél que creó la última guerra mundial.

 

Pero, también desde nuestras comunidades a veces somos funcionales a las intenciones de estos individuos. A veces algunos de nuestros líderes socio ambientales, nuestros académicos, técnicos, expertos y ambientalistas, no hacen lo que la historia y la vida les demanda. Hoy el cambio climático no es una tarea más de nuestra gestión ambiental. Es la tarea. Hoy, el cambio climático no es el escenario ambiental para generar proyectos que nos beneficie o permita subsistir como organización. Hoy, el cambio climático es un asunto de vida o muerte.

 

Aunque, también, debemos reconocer que en diversas latitudes, hay gente, profesionales y organismos que se la están jugando desde las zonas y países más vulnerables. Hoy ya hay poblaciones que la sequía las condenan a la inanición; hay comunidades cuyos territorios ya se están inundando por la subida del mar; hay gente que ya sufre las enfermedades que la OMS ha anunciado. Y hay organismos que se la juegan. Hay personalidades que están aportando lo mejor de sí. A estos protagonistas valerosos y heroicos, va nuestro reconocimiento porque no solo luchan por su sobrevivencia como pueblo, sino que su gesta es un aporte a la sobrevivencia de todos nosotros y a la subsistencia de nuestro Planeta.

 

Tal como ya lo hemos señalado en otras ediciones de este medio, ahora solo resta hacer lo que alguna vez la ONU dijo: los esfuerzos por la mitigación de GEI y por la adaptación al cambio climático, debe reposar sustancialmente en las voluntades y decisiones políticas de los gobiernos –principalmente los más vulnerables-, en su capacidad de asociatividad regional, en su rechazo a la irracional ceguera de las superpotencias y en la gestión ambiental local de las propias comunidades en riesgo.

 

En este sentido, compartimos plenamente lo que el Gobierno de Chile y el Ministerio del Medio Ambiente están llevando a cabo. Si hay que reafirmar la esperanza y superar el pesimismo, el catastrofismo o lo apocalíptico, entonces debemos, como especie humana de Chile, como ciudadanía, como autoridad política y como productor, lo que ahora proponemos:

 

1. MITIGACIÓN:

1.1. Transformar la actual Ley 20.25 en la Estrategia 20/20/20 que la anterior administración de la Presidenta Bachelet presentó en la COP 15 el 18 de diciembre de 2009 en Copenhague.

1.2. Incentivar en la región latinoamericana a asumir esta misma estrategia de reducción de emisiones y aumento de las ERNC.

 

2. ADAPTACIÓN:

2.1. Nacionalización del Agua, modificación del Código de Agua, ampliar los planes de emergencia ante la sequía y legislar sobre la protección de los Glaciares como nuestras reservas estratégicas de Agua.

2.2. Desarrollar la Evaluación Ambiental Estratégica (EAE), incluyendo en este instrumento la variable del cambio climático y aplicándola obligatoriamente en los Planes Reguladores Comunales.

2.3. Fortalecer e inyectar recursos técnicos y financieros al INIA a fin de acelerar la generación de semillas resistentes al calentamiento global.

 

3. GENERACIÓN DE CAPACIDADES:

3.1. Fortalecer la participación ciudadana otorgándole carácter vinculante especialmente en las zonas más vulnerables y de mayor riesgo.

3.2. Desarrollar formas de subsidios, fondos concursables o créditos blandos a las organizaciones socio ambientales para su gestión ambiental climática local.

3.3. Generar planes, mallas y programas de educación ambiental climática en la educación formal, así como en la educación no formal.

 

4. INSTITUCIONALIDAD:

4.1. Convertir al Consejo de Ministros para la Sustentabilidad y el Cambio Climático en una instancia nacional que incluya a las municipalidades, ciudadanía organizada y las empresas, con carácter resolutivo y vinculante.

4.2. Generar una Subsecretaría de Cambio Climático en el Ministerio del Medio Ambiente.

4.3. Producir una evaluación con participación ciudadana del primer Plan de Acción Nacional sobre Cambio Climático 2008-2012, generando las condiciones para el desarrollo del segundo del 2014-2018. (FIN)

0 comentarios