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Luis Alberto Gallegos

REFLEXIONES PARA UNA ESTRATEGIA CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO (I)

Santiago, Chile, lunes 14 de Mayo de 2007

Por Luis Alberto Gallegos

Periodista

Editor de Boletín GAL (Gestión Ambiental Local)

 

Hoy el tema del cambio climático se ha instalado en las agendas mediáticas de Chile y el planeta. Ya no se discuten ni se objetan los fundamentos científicos que le dan sustento, aunque siempre hay quienes defienden sus intereses corporativos y tratan de desvirtuar la ciencia climática y morigerar su impacto.

 

No obstante, en el tratamiento público de su diagnóstico hay un tema nodal que pasa desapercibido o simplemente se le trata de subsumir en otros: las causas profundas de este fenómeno.

 

El cambio climático es la expresión condensada de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción de la modernidad y postmodernidad contemporáneas. A distinción de otros grandes temas ambientales, éste resume pristinamente en sí mismo las contradicciones insalvables de un capitalismo depredador del capital humano y del capital natural. Al llevar la acumulación de capital a su máxima expresión la expoliación de los recursos económicos, este sistema pone en riesgo inevitable la sobrevivencia no sólo de los actores productivos involucrados, sino del planeta en su conjunto. Al hacer un uso intensivo y extensivo de los combustibles fósiles como fuente energética y principales emisores de gases invernadero, este modo de crear bienes y servicios ha colocado en riesgo a toda la humanidad.

 

Esta contradicción vital se convierte, por tanto, en una contradicción transversal en la medida que atraviesa y afecta a todas las esferas de la vida de nuestras sociedades: el medio ambiente, la economía, la sociedad civil, la política, la cultura y la ciencia en su conjunto. Hoy por hoy no hay empresario, político, ciudadano o científico que honesta y conscientemente se pueda sentir lejano, extraño o ajeno a este tema. Todos estamos involucrados, querámoslo o no. Y si aún hay resistencia a aceptarlo y asumirlo, más tarde o más temprano todos lo haremos, debido a que su núcleo es la sobrevivencia o no de nosotros mismos y las generaciones futuras.

 

La razón de esta resistencia, indiferencia o inacción es obvia. Temas universales y complejos de este tipo van extendiendo su comprensión consciente en el mundo público, privado y social de manera desigual y diferenciada. El conocimiento científico aún no se ha traducido suficientemente en un conocimiento masivo y en un lenguaje ciudadano que permita acelerar este proceso cognitivo.  No se ha convertido aún en opinión pública. El debate y las iniciativas para su educación y difusión, recién están larvándose.

 

Por tanto, la estrategia contra el cambio climático debe considerar medularmente el núcleo central que lo ha ocasionado, desde la revolución industrial a la fecha. Es decir, se trata de una estrategia que, finalmente, debe imponerse como interpeladora y severamente crítica al sistema socioeconómico que ha predominado en el mundo como alterador del clima y generador de la inequidad y vulnerabilidad que todos conocemos. De no adoptar esta perspectiva, estaremos simplemente reeditando en materia climática las mismas fórmulas reformistas inviables con las que se ha maquillado la pobreza de nuestra gente.

Tiene razón el ex presidente Ricardo Lagos cuando dice que el tema del cambio climático es un tema político. Porque en definitiva son los decidores de las políticas públicas los que finalmente tienen la capacidad de generar las agendas, normativas y planes específicos para mitigar y adaptarse al cambio climático en cada país, región y planetariamente. Pero no sólo es político. Es también un tema económico que debe considerar la reestructuración de los sistemas productivos, matrices energéticas, modalidades de consumo y organización territorial del hábitat. Y allí está el meollo o el quid del asunto, porque está en cuestión el modelo neoliberal al que algunos apuestan como la panacea a nuestro sufrimiento y subdesarrollo.

 

Tiene razón Al Gore cuando dice que el tema del cambio climático es un tema moral y ético. Porque en definitiva se trata de un tema acerca del sentido y futuro de nuestra humanidad. Pero, precisamente por ser un tema ético, requiere de coherencia. Si una estrategia climática realmente pretende abordar de raíz el tema del cambio climático, no puede apelar a remedios que podrían ser peor que la enfermedad o, en el mejor de los casos, paliativos anestésicos. Porque, en rigor, los biocombustibles, tan preciados por el señor Al Gore, podrían provocar similares emisiones de gases invernadero, calamidades tóxicas, alteraciones transgénicas y, sobre todo, modificación de la estructura agrícola con severo impacto en las reservas alimentarias del planeta.

 

Finalmente, cuando hablemos y diseñemos una estrategia y planes que contemplen la densidad y la transversalidad ambiental, socio-económica, política y cultural del cambio climático, podremos entonces, al decir del señor Al Gore, convertir esta crisis planetaria en una oportunidad de transformación. Hoy, es imprescindible oponer a la crisis global, una estrategia integral.

 

Y si de transversalidad hablamos, entonces, por cierto estamos también hablando de voluntades políticas inclusivas en donde estén todos los que tienen que estar: ciudadanos, gobiernos y actores económicos. No hay agendas climáticas eficaces si no se establecen estrategias y planes en donde cada uno de ellos se involucre consciente y activamente. No hay salida posible si esta crisis climática no la transformamos en una oportunidad de cooperación transversal que contribuya a nuevas formas de gobernanza ambiental. Es más, no hay desafío global que no tenga un decisivo tratamiento local. Pero ésto es materia de una segunda entrega de este artículo.

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