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Luis Alberto Gallegos

Los desafíos del movimiento ambiental ciudadano 2012

Santiago, Chile, miércoles 30 de marzo de 2011, por Luis Alberto Gallegos, editor de Boletín GAL.-  Interesantes y apasionantes los tiempos que vivimos. No hay duda que el 21 de diciembre de 2012 deja percibir sus señales. Señales de cambio. Señales de cambio y reflexión. Señales de cambio, reflexión y esperanza.

 De las lecciones globales a las acciones locales

De lo malo puede salir algo bueno.

Esta ley de la vida se confirma hoy más que nunca. De la tragedia nuclear de Japón está saliendo un poder político verde potente en Alemania. De la crisis nace la oportunidad. Que en esta ocasión se podría convertir en un vendaval de oportunidades en diversas latitudes. Y este proceso es global y local. Pronto, es probable que toque las puertas de Chile y América Latina.

No obstante, el proceso es complejo, diferenciado y matizado. La ciudadanía ambiental en Chile avanza hoy en zigzag, como en todas las dimensiones de la existencia.

Luego de haber logrado nuestra ciudadanía cambios notables en las decisiones públicas de los poderes políticos y económicos en uno de los casos emblemáticos de una termoeléctrica gracias a sus protestas locales y nacionales, pasó a constituirse en un movimiento de sensata reflexión. Los recientes resultados de las encuestas sobre la energía nuclear al parecer así lo demuestran.

Lo de las termoeléctricas fue una reacción masiva por no aceptar la degradación de los territorios y entornos propios de la comunidad.  Lo nuclear fue un rechazo instintivo ante un tipo de energía considerada peligrosa.

Pero, ambos procesos no dejan de ser episódicos, locales, dispersos y espontáneos. Los logros ciudadanos obtenidos en esta materia son valiosísimos, pero insuficientes. Son excelentes experiencias de aprendizaje de participación ciudadana. Pero aún falta la práctica final y decisiva.

Poder Político

La ciudadanía ambiental sin poder social y político no será sino un actor testimonial en la historia de este país. Las generaciones venideras le agradecerán su estoicismo y perseverancia, pero las políticas públicas ambientales no habrán cambiado sustancialmente. Habría energía nuclear y habría termoeléctricas. Chile sería un país desarrollado y uno de los grandes emisores globales de CO2.

Para incidir y producir cambios en las políticas públicas ambientales, la ciudadanía requiere poder socio-político. Sin ello, sólo hablamos de buenos discursos y experiencias épicas, aunque transitorias. Y, en nuestro sistema democrático, el poder político emerge de los Partidos. ¿O hay otra forma?

¿Qué hacer?

Difícil tarea. Los problemas, conflictos y políticas ambientales son transversales. Los alemanes aprendieron que la dicotomía derecha-izquierda es ya un mito. Y, así, ganaron dos estados.

¿Y en Chile? También el ambiental es un tema transversal. Si los alemanes dijeron que “lo verde es lo conservador más genuino”  podemos parafrasearlo en Chile señalando que “la conservación es lo más transformador que tenemos” en materia ambiental.

No obstante, en Chile existen estructuras e institucionalidades anquilosadas en el mundo partidario que restringen el acceso ciudadano y los temas socioambientales a las agendas de trabajo. Algunos partidos, salvo honrosas excepciones, no han tenido la sensibilidad que posibilite que la ciudadanía organizada en torno a temas ambientales adquiera peso y poder político. Hay de todo: recelos, suspicacias y temores; ¿por qué compartir el poder?

El poder no se concede, se gana

El escenario que se le presenta en 2012 para el movimiento ciudadano ambiental es particularmente exigente por tres razones, locales y globales.

UNO. El debate energético y efervescencia social se acrecentarán respecto a los proyectos termoeléctricos en proceso; y el tema nuclear –al compás de lo que ocurra en Fukushima y a nivel global-, seguirá su espiral ascendente. Ello requiere de propuestas creativas, interactivas  y sinérgicas que la ciudadanía diseñe y lleve adelante en conjunto con otros actores socio-políticos-económicos que permitan avanzar en una nueva matriz energética efectivamente limpia para el país.

DOS. El próximo año es un período de elecciones municipales que permite abrir un abanico de opciones ambientales a nivel local. Ya los municipios han acelerado la actualización de sus planes reguladores. Del mismo modo, habría que hacer lo propio con los planes ambientales locales o la Agenda 21 Local en cada comuna.  Lo local-ambiental hoy, más que nunca, se presenta como la forma específica de avanzar en resolver los grandes temas ambientales globales.

TRES. En mayo del 2012 se realizará la Cumbre Río + 20 que permite que, desde local, se desarrolle un proceso de balance de los logros obtenidos en materia ambiental desde 1992 en la cumbre de Río o Cumbre de la Tierra y de las propuestas locales y globales a implementar para los próximos años.

En este complejo y apasionante escenario político-ambiental, es razonable considerar que no necesariamente está a la orden del día la partidarización, institucionalización o generación de nuevas orgánicas ambientales.

Pero, lo que las circunstancias actuales sí nos imponen, es rediseñar, actualizar y empoderar la Agenda 21 a nivel local, nacional y global. En otras palabras, los escenarios actuales y venideros nos invitan a la construcción de amplias alianzas transversales en torno a los temas ambientales sensibles y estratégicos para las comunas y el país.

La ciudadanía tiene la palabra y la iniciativa.

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